domingo, 11 de noviembre de 2012

Carta abierta a un misionero


Con motivo del Domund, la Hna. Expedita Pérez, misionera canaria que actualmente se encuentra en Egipto, escribe a Obras Misionales Pontificias España, respondiendo a la "Carta abierta a un misionero" que ellos enviaron.
A continuación les dejamos su testimonio y sus vivencias más recientes en Egipto:

Soy Expedita Pérez León, Hermana Misionera Comboniana desde hace 25 años. He vivido y trabajado con el pueblo de Sudán por 8 años. También he trabajado en la Pastoral Juvenil en Italia y España por 10 años en momentos diferentes. Desde Enero de este año me encuentro compartiendo mi vida en Egipto con dos pueblos: el pueblo Egipcio y el pueblo Sudanés aquí refugiado desde hace algunos años.
Hoy Domingo Mundial de las Misiones intentaré compartir con ustedes lo que para mí significa esta vocación y como intento vivirla.
Mi vocación nació  y creció en el seno  de la comunidad cristiana  a la cual pertenecía, en el Tablero del Sur, parroquia de nuestra diócesis de Las Palmas. Los misioneros y misioneras somos enviados por nuestra comunidad y diócesis de origen,  y por ellos somos también acompañados con la oración, cariño y apoyo económico.
Dejé nuestra tierra y diócesis  en el año 1983 a los 23 años. Entendí que Dios me llamaba a compartir mi vida  anunciando Su Amor incondicionado por toda la humanidad, con aquellos que aún no lo conocían y con los más empobrecidos de nuestro mundo.
 
En mi nueva misión en Egipto me han pedido de trabajar en las tres escuelas que como familia comboniana hemos abierto para ayudar a los hermanos y hermanas sudaneses aquí refugiados.
 
Llegué aquí en el primer aniversario de la revolución del 25 de Enero. Sentí mucha tensión en el ambiente y miedo, pero al mismo tiempo muchos deseos por parte de todos de mejorar esta realidad de pobreza y no libertad.
 
Es verdad que existe exclusión y no respeto de las minorías cristianas en muchas   de las leyes de este país, y para cambiarlo están trabajando  cristianos y musulmanes moderados juntos. También es verdad que existe persecución  pero sólo por parte de grupos fundamentalistas islámicos, sobre todo en las zonas rurales y en los barrios más pobres de las grandes ciudades.
Yo como persona extranjera y misionera me he movido hasta hoy con libertad y no me he sentido ofendida o atacada, todo el contrario. Muchas son las veces en las cuales las mujeres musulmanas sobre todo me han dado las gracias por nuestra presencia y servicio a todos por igual.
 
Como misioneras intentamos anunciar a Jesús con nuestra vida, acompañando pastoralmente a la pequeña comunidad de cristianos locales (coptos o latinos), y a las comunidades cristianas de refugiados, especialmente Sudaneses y Eritreos. También lo anunciamos a todos por igual a través de nuestra ayuda en el desarrollo integral de la persona, por medio de la educación, sanidad, desarrollo de la mujer, diálogo interreligioso y denuncia (cuando es posible y prudente) de las leyes contra los derechos de las minorías. Todos saben aún cuando no lo decimos con palabras que todo lo que somos y hacemos  de bien es por Jesús y en Su nombre.
 
Los refugiados sudaneses viven en situaciones  aún más difíciles que los mismos egipcios pobres. Ellos son discriminados también por el color de su piel y esto les impide tener acceso a muchos puestos de trabajo.
En nuestras tres escuelas este año hemos podido acoger 1200 niños y niñas, pero muchos otros se han quedado fuera sin otras posibilidades de estudio. Para ellos es imposible poder ir a las escuelas del gobierno  en parte porque muchos no están legalizados, en parte porque sus hijos no conocen bien la lengua árabe y también por la discriminación racial que aún hoy existe por aquí.
Nuestras clases son de 40-60 alumnos en un espacio para 20-30 personas al máximo. La recreación nos vemos obligadas a hacerla en dos momentos diferentes por falta de espacio. 
Nuestros maestros y personal de limpieza son todos sudaneses intentando ayudar en concreto a algunas de las familias con este puesto de trabajo.
 
Nosotras somos personas muy normales, con nuestras fragilidades humanas pero también con nuestros grandes deseos, sueños y proyectos para entre todos construir un mundo más justo y mejor para TODOS, sin excluir a nadie.
 
Desde aquí aprovecho para dar gracias a toda nuestra diócesis por mantener viva la dimensión misionera de la Iglesia Universal. Doy las gracias también a los diferentes y variados grupos de SOLIDARIDAD de nuestra diócesis y  a todos los cristianos-as por   el apoyo  espiritual y económico que a través de estos 29 años me han ofrecido gratuitamente y con tanto cariño. 
 
Sé que estos no son momentos fáciles para ustedes en Canarias desde el punto de vista laboral y económico, pero espero que encuentren tanta ayuda en los que cercanos a ustedes pueden ayudarlos, y que nadie se cierre a la necesidad aún más imperiosa y dramática de los hermanos-as del Sur del mundo, empobrecidos por las dinámicas egoístas de nuestro sistema económico mundial. ¡Feliz Domingo de las Misiones! Con afecto Expedita

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